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domingo, 21 de noviembre de 2010

A veces se arrepiente de luchar.

Después de todos los esfuerzos todo había vuelto a la normalidad. Antonia cada día se levanta, limpia y le prepara la comida a su marido; un marido que ha vuelto a no mirarla, se siente poco más que uno de esos muebles, como ese hierro oxidado por el tiempo. Sus ojos se abren automáticamente a las seis de la mañana y piensa en Tomás, en qué habrá pensado él de sus ausencias, y rompe a llorar pensando en lo sola que se siente. Es absurdo, ni siquiera se conocen y le da pena haber dejado de verle por luchar por un amor marchito pero ella quiere luchar por su marido, ese que no la mira ni la ve, ese que no la siente. Quiere luchar porque fue él quien la enseñó lo bonito de la vida, y también lo feo. Fue él quien le pidió matrimonio y Antonia siempre ha sido de esas mujeres que creen en el amor para toda la vida.
Cada día trata de descubrir aquello que les falta o aquello que pueda reavivar su historia para siempre, algo que le sorprenda y lo vuelva a enamorar, pero todo fracasa...

¿Alguna sugerencia?

2 comentarios:

  1. cualquier cosa menos darle celos, me parece malísima opción, porque pienso... seguro que a él, ni le gusta que le hagan daño a propósito, poniéndolo celoso, ni las gafas de los celos, porque la persona que resulta (él mismo: gafotas ^0.0^) no le hace ni pizca de gracia y, en mi caso al menos, intentaría alejarse de todo lo que tiene que ver con eso. Y ser, quien quiere ser.
    8) muás y buena semana!
    PD: buen blog :)

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  2. Dicen que donde no hay no se puede buscar...

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