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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Esperas y te desesperas.



No nos damos cuenta y nos pasamos media vida esperando para empezar a vivir. Deseamos que lleguen muchas cosas que quizá no vayan a llegar, o quizá sí, pero mientras tanto no nos percatamos de que algo se nos va en esa espera y es la propia vida.

Todos tenemos sueños, metas, esperanzas… Es muy fácil desear que eso llegue; aquel que diga que no lo desea, miente. Pero a pesar de ello hay que tener en cuenta una cosa importantísima: nada en esta vida vuelve atrás. Así que, a veces, hay que pararse a respirar, envolverte en una manta y mirar por la ventana en invierno mientras te tomas leche caliente. Dejarse sorprender por el día a día es difícil pero necesario, sólo así, cuando consigamos llegar al final del camino, o cuando no consigamos nuestras metas, podremos mirar hacia atrás y decir “sí, ha merecido la pena”.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Mimos bajo el edredón.


Hacía frío y su nariz estaba roja, hacía mucho que no se resfriaba. Con la mirada divertida le observaba desde la cocina mientras preparaba un poco de leche caliente. Metido en la cama, con el edredón tapándole hasta las orejas y esa vocecilla quebrada que le hacía parecer tan indefenso:

- Nay… ¿Estás ahí?
- Sí pequeño mocoso, ahora te llevo la leche.
- Necesito tus mimos…
- ¿Ah sí? ¿Y por qué los necesitas tanto? – Le preguntó con una sonrisa pícara.
- No seas mala, sabes que estoy enfermo, no tengo fuerzas para ir a por ti, cogerte en brazos y traerte hasta aquí en contra de tu voluntad.
- ¿Lo harías?
- Sin dudarlo si pudiera, y nos abrazaríamos y se me pasaría el catarro.
- Eso no pasaría y lo sabes. – Dijo mientras se reía a carcajadas.
- Pues te haría el amor. ¡Eso sí que me daría fuerzas!
- Anda, bébete la leche, luego te haré mimos y dormiremos juntos. Mañana será otro día y te encontrarás mejor.

En situaciones como aquella le tocaba ser la fuerte y controlar sus impulsos, porque se lo hubiese comido a besos, a él y a su debilidad. Pocas veces se le veía necesitado y a Nayla le encantaba cuidar de él aunque, irónicamente, siempre era él quien tenía que cuidar de ella.


miércoles, 15 de agosto de 2012

Ese rincón en el que guardas tus miedos.


Caía la noche y se ponía a pensar, tenía la mente llena de compartimentos. Un compartimento para recordar aquella chincheta clavada en su mano. Un compartimento para cada vez que su estómago rugía por el hambre. Un compartimento para guardar todo aquel miedo a sonreír. Ella misma era un conjunto de compartimentos y en el más pequeño, el que estaba más adentro, guardaba su herido corazón. Esperó a que volviese a aparecer ante su puerta o en el banco desde el que la había observado tantas veces, al parecer; pasó noches enteras tratando de armarse del valor suficiente para explicarle que, por su propia historia, era incapaz de ser feliz.

Había pasado casi un mes y, de golpe, un día sonó su timbre de nuevo. Cuando abrió la puerta se encontró una pequeña caja de madera. Con curiosidad la sostuvo unos instantes entre sus manos y luego la posó en la mesa para averiguar qué contenía. Con sumo cuidado levantó la tapa y se encontró con pétalos de rosa que envolvían una nota.

“He dejado pasar todo este tiempo pero debo decirte que me moría de ganas de llamar a tu puerta. No sé qué pensarás de mí pero, si no te importa, me gustaría invitarte a pasar una tarde agradable. Este sábado, en el portal de tu casa. Si te parece bien coloca la caja en la repisa de la ventana, yo la veré. No espero hacerte tomar una decisión pero… Me encantaría que aceptaras.”

Se mordió el labio, miró hacia Hermes y suspiró. ¿Acaso alguna vez habían intentado hacerla sonreír? ¿Merecía la pena dejar aparcados sus miedos durante unas cuantas horas por un hombre al que apenas conocía? Quizá, pensó, saldría herida, pero también puede que necesitase hacerlo para conseguir superar todo su dolor algún día.

Se acercó a la ventana, la abrió de par en par y respiró el aire que inundó toda la habitación. Dejó allí la caja, abierta, bien visible, y permitió que los pétalos salieran volando uno por uno dibujando un precioso camino que partía de su ventana. Entonces le vio, sentado en ese banco, sonriendo. Él alzó los brazos a modo de pregunta y Marlene, con una sonrisa, simplemente asintió.

lunes, 25 de junio de 2012

Te dejas llevar.


Abres los ojos después de haber dormido apenas una hora y el sol te da en la cara, te molesta. Te diriges al cuarto de baño y abres el grifo tratando de lavar así las penas que te inundan y olvidarte un poco del dolor. Vas quitándote la ropa como quien se despoja de aquello que le mantiene en pie y, cuando ya estas completamente desnudo, en cuerpo y alma, te metes en la bañera sintiéndote completamente perdido.
Entonces te lo puedes permitir porque el mejor momento para romper llorar, supongo, es cuando el agua te da en plena cara. Las gotas se confunden con las lágrimas y puedes derrumbarte sin miedo, o al menos sabiendo que ese momento es solamente tuyo. Piensas en que tarde o temprano tendrás que salir y afrontar otro día, otras veinticuatro horas de agonía, pero te sientes débil y prefieres quedarte ahí donde nadie puede herirte. Recuerdas cuando años atrás ibas a la playa y las olas te cubrían, te mecían una y otra vez para llevarte a una orilla repleta de oportunidades.
Sucede, echas de menos todo aquello y te dejas llevar; dejas también que el agua te cubra, que invada cada poro de tu piel porque ya nada reconforta tanto como para reunir las fuerzas necesarias para volver a empezar.


miércoles, 9 de mayo de 2012

Era.


Era cuando tú aparecías y me rodeabas con tus brazos o cuando volvías después de meses sin saber de ti. Era entonces, y no ahora, cuando tiritaba; porque era en aquellos momentos en los que un frío repentino me invadía al pensar en qué momento volverías a marcharte.
Ya no tirito, ni tiemblo. Me he acostumbrado a esperarte, y hasta que vuelvas estaré aquí, firme como si nunca me hubieses faltado. Esa es la ironía de todo esto; tú estás en quién sabe dónde y con quién, sin echarme de menos, mientras que yo sigo aquí tratando, sin éxito, de recuperar la vida que me robaste desde aquel preciso instante en que tu mirada se cruzó con la mía.


miércoles, 21 de marzo de 2012

Sueños y expectativas.

Desde el primer día una de sus frases preferidas es “tengo una meta, cumplir todos tus sueños”. Probablemente lo intuya pero con esa frase todo el estómago se me llena de esa sensación que todo el mundo llama mariposas. Para mí es más como un sube y baja, como cuando te despiertas en el autobús con miedo de haberte pasado la parada, ese algo que le da emoción a la vida.

Una y otra vez tengo esa sensación de miedo a perderlo todo; siendo realistas, sólo puedes tener ese miedo cuando tienes todo lo que siempre habías deseado, y yo lo tengo. Puede que no volemos por encima de las nubes, pero a mi me gusta que me abrace cuando empieza a llover. Probablemente tampoco tengamos muchas cosas, pero nos bastamos nosotros dos tumbados en la cama para sentirnos plenos. ¿Y en mitad de la noche? Abro los ojos y él siempre está ahí, ese ya es un momento mágico por sí solo aunque Edric no lo sepa.

Aunque no se haya dado cuenta, ya ha cumplido todos mis sueños y expectativas desde la primera vez que le vi.

lunes, 12 de marzo de 2012

Las primeras flores.

Va por la calle ensimismada, con la cabeza gacha y los ojos apuntando directamente al suelo. De pronto un golpe en el brazo le sacude todo el cuerpo. ¡Perdón! ¡Disculpe!

Personas demasiado ocupadas como para reparar en sus ojos llorosos, gente demasiado corriente como para atender a sus semejantes. En cambio ella se para al pie de un jardín y observa la primera margarita que ha aparecido como por arte de magia. Se acerca la primavera, el sol le ilumina la cara consiguiendo que camine con un poco más de firmeza y trata de creer que sí, que ella es bella, como esa margarita, y que sucederá… Alguien, lo suficientemente atento y no lo bastante ocupado, se fijará en ella.

jueves, 1 de marzo de 2012

Podrías haber sido tanto.

Te buscaba, pero acostumbrabas a aparecer cuando ya había dejado de hacerlo. Dolías, y cuando ya no lo hacías volvías para reabrir mi herida. Besabas, casi como si quisieses arrancarme el corazón del pecho, como esos besos sin modales ni pretextos. Me mirabas, pero lo que al principio iba cargado de sentimientos se quedó vacío y empezó a quemar igual que el hielo.
En eso te resumes tú, una historia sin fin de idas y venidas en la que cada día hacía un poco más de daño que el día anterior. Porque siendo sinceros, no te importé nada. No te importó que mis labios sólo supiesen susurrar tu nombre, ni que hubiese sido capaz de darlo todo por ti.
Aparentemente para mí en aquel momento no había fallo alguno, todo parecía encajar y yo creía ser feliz; sin embargo la realidad siempre había sido muy distinta. Ahora lo recuerdo y pienso: ya pasó... Sí, ya pasó.

Tú podrías haber sido tanto… Pero quisiste quedarte solamente en tan poco, y no me arrepiento.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Sin traiciones.

Se cuelan los últimos rayos del sol por la ventana y me doy cuenta de que Hermes está más contento que de costumbre. Le observo acurrucada desde el sofá mientras trato de comprender y de encajar todas las piezas y esa última nota: 

"Esta historia acaba de empezar.”

Suena el timbre y salgo del atontamiento que me invade para abrir la puerta. Ahí está. Es aquel chico que me miraba desde la calle hace bastante tiempo. ¿Cómo tiene el valor de presentarse aquí sin conocerme? Mi primera reacción es de cerrar la puerta pero por algún motivo estoy paralizada mirando sus ojos. Sonríe, no entiendo por qué, y Hermes parece divertirse con todo esto porque no deja de revolotear por toda su jaula.

- Perdona que me presente aquí, así sin más, a estas horas… – le miro estupefacta – Créeme, no vengo a asaltar tu casa ni nada parecido.
- ¿Por qué me mirabas aquél día?
- ¡Vaya! No esperaba que te acordases… La verdad es que todo empezó en aquel momento pero lo entenderás todo cuando veas esto. – Deja sobre mis manos un paquete enorme. – Creo que ya es hora de que me vaya, buenas noches.

Cierro la puerta y dejo sobre la mesa el paquete. Con los dedos voy despegando las esquinas del papel y veo un cuadro y una carta.

“Sé que es una forma muy cobarde de explicártelo pero al menos he tenido el coraje de entregarte esto yo mismo. El primer día que te vi supe que algo te entristecía y desde entonces paso más por tu calle que por la mía. Un día me senté en un banco a observarte y de ahí viene todo este jaleo. Quería hacerte feliz, lo necesitaba, y con el paso de los días conseguí sacarte sonrisas, aunque fuesen pequeñas. Es una locura, pero no soporto verte triste a través de esa ventana. Quiero que seamos como dos corazones, sin traiciones, con palpitaciones sin usar.”

Dejo la carta a un lado y miro hacia el cuadro… Es un dibujo hecho por él en el que se me ve en la ventana. Me ha dibujado una sonrisa.

miércoles, 25 de enero de 2012

Recuerdos enquistados.

Recuerdo todas aquellas noches esperando ver como se iluminaba la pantalla de mi móvil, rodeada de gente a la que yo no le importaba y de personas que no me entusiasmaban. Todo se detenía en el preciso instante en que brillaba tu número y yo sonreía como lo hacen las niñas ilusionadas porque, al fin y al cabo, eso es lo que era.

Todas las noches el mismo ritual, tú me preguntabas dónde estaba y yo no hacía otra cosa que mirar hacia la puerta del local pero por allí sólo pasaba el tiempo. Cuando ya había perdido toda la esperanza llegabas por sorpresa y por la espalda, deslizando tus manos por mi cadera forzando un abrazo demasiado extraño. ¿Y sabes qué era lo peor? Que no me importaba. Tu colonia siempre estaba haciendo de las suyas, provocando y quemándome por dentro; es un aroma que a día de hoy todavía no he conseguido olvidar a pesar de que ya no seas más que un párrafo del libro que algún día podría contar mi vida.

Eso es lo triste de todo esto, que aunque no quieras algunos recuerdos se enquistan y siguen sacándote una sonrisa con el paso del tiempo. Eso es lo que haces tú porque, no nos engañemos, aunque no fueses de fiar tus abrazos a medio gas eran por aquel entonces lo mejor de mis semanas.