No sé si fue cuando me recibió corriendo con un montón de
fotos de nuestro viaje y una sonrisa de oreja a oreja o cuando la vi durmiendo
la siesta abrazada a aquel elefante de peluche que le regalé. Puede que fuera en
alguna de todas esas veces que frota su nariz contra mi pecho o, por el
contrario, en alguna de las que se comporta como si no le importase para luego
mirarme con esos ojitos que me dicen “no existiría sin ti”.
Siempre me lo dice y yo le contesto que sí pero que la vida
sería diferente, más triste, más gris, en alguna parte.
Ya me había dado cuenta en un principio de lo agradable que
resulta que todo tenga sentido sólo porque ella sonríe. También entendí que los
malos días se terminan en cuanto ella me abraza. Sin embargo, faltaba alguna
pieza por encajar.
Fuera como fuese, en algún momento me di cuenta y ahora
estoy seguro. La vida sería diferente, más triste y más gris… ¡Cómo no iba a
serlo! En realidad soy yo quien no podría
vivir sin ella.
Para decir: "No puedo vivir sin ella". Hay que estar vivo.
ResponderEliminarMuy bueno
ResponderEliminar