Visitas

miércoles, 8 de febrero de 2012

Sin traiciones.

Se cuelan los últimos rayos del sol por la ventana y me doy cuenta de que Hermes está más contento que de costumbre. Le observo acurrucada desde el sofá mientras trato de comprender y de encajar todas las piezas y esa última nota: 

"Esta historia acaba de empezar.”

Suena el timbre y salgo del atontamiento que me invade para abrir la puerta. Ahí está. Es aquel chico que me miraba desde la calle hace bastante tiempo. ¿Cómo tiene el valor de presentarse aquí sin conocerme? Mi primera reacción es de cerrar la puerta pero por algún motivo estoy paralizada mirando sus ojos. Sonríe, no entiendo por qué, y Hermes parece divertirse con todo esto porque no deja de revolotear por toda su jaula.

- Perdona que me presente aquí, así sin más, a estas horas… – le miro estupefacta – Créeme, no vengo a asaltar tu casa ni nada parecido.
- ¿Por qué me mirabas aquél día?
- ¡Vaya! No esperaba que te acordases… La verdad es que todo empezó en aquel momento pero lo entenderás todo cuando veas esto. – Deja sobre mis manos un paquete enorme. – Creo que ya es hora de que me vaya, buenas noches.

Cierro la puerta y dejo sobre la mesa el paquete. Con los dedos voy despegando las esquinas del papel y veo un cuadro y una carta.

“Sé que es una forma muy cobarde de explicártelo pero al menos he tenido el coraje de entregarte esto yo mismo. El primer día que te vi supe que algo te entristecía y desde entonces paso más por tu calle que por la mía. Un día me senté en un banco a observarte y de ahí viene todo este jaleo. Quería hacerte feliz, lo necesitaba, y con el paso de los días conseguí sacarte sonrisas, aunque fuesen pequeñas. Es una locura, pero no soporto verte triste a través de esa ventana. Quiero que seamos como dos corazones, sin traiciones, con palpitaciones sin usar.”

Dejo la carta a un lado y miro hacia el cuadro… Es un dibujo hecho por él en el que se me ve en la ventana. Me ha dibujado una sonrisa.