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miércoles, 25 de enero de 2012

Recuerdos enquistados.

Recuerdo todas aquellas noches esperando ver como se iluminaba la pantalla de mi móvil, rodeada de gente a la que yo no le importaba y de personas que no me entusiasmaban. Todo se detenía en el preciso instante en que brillaba tu número y yo sonreía como lo hacen las niñas ilusionadas porque, al fin y al cabo, eso es lo que era.

Todas las noches el mismo ritual, tú me preguntabas dónde estaba y yo no hacía otra cosa que mirar hacia la puerta del local pero por allí sólo pasaba el tiempo. Cuando ya había perdido toda la esperanza llegabas por sorpresa y por la espalda, deslizando tus manos por mi cadera forzando un abrazo demasiado extraño. ¿Y sabes qué era lo peor? Que no me importaba. Tu colonia siempre estaba haciendo de las suyas, provocando y quemándome por dentro; es un aroma que a día de hoy todavía no he conseguido olvidar a pesar de que ya no seas más que un párrafo del libro que algún día podría contar mi vida.

Eso es lo triste de todo esto, que aunque no quieras algunos recuerdos se enquistan y siguen sacándote una sonrisa con el paso del tiempo. Eso es lo que haces tú porque, no nos engañemos, aunque no fueses de fiar tus abrazos a medio gas eran por aquel entonces lo mejor de mis semanas.

miércoles, 18 de enero de 2012

Esperando al pasado.

Suele recogerse el pelo en la parte alta de la cabeza y ponerse algún accesorio que desvíe cualquier mirada de sus ojos.

Carolina es una de tantas mujeres que se sienten poca cosa pero que en realidad son un universo entero.

La conozco desde hace años y nunca me mantiene la mirada durante un minuto entero. Una vez me habló de él, de aquel chico que consiguió hacerla sonreír, y fue entonces cuando me di cuenta: todavía sigue esperando a que aparezca quien la haga valorarse de la misma manera.

Y tú, ¿esperas a alguien?

martes, 10 de enero de 2012

Sueños casi cumplidos.

Hoy le molesta un poco más que ayer pero un poco menos que mañana. Es lo que se suele decir, porque a medida que pasa el tiempo aumentan las ganas.
Cada noche hacen conjeturas: cómo serán sus ojos, cómo será su pelo… Porque cuando te arrebatan lo que más quieres sólo deseas recuperarlo y ellos lo estaban consiguiendo.
Luis, tumbado a su lado, se acercó a ella y paso su mano lentamente por su vientre. Una patada, ahí estaba, como si de un milagro se tratase. Sonrió y la besó todas las veces que pudo hasta que le dolieron los labios.

- ¿Lo ves? Te dije que llegaría.

Abrazados cerraron los ojos dispuestos a dormir porque soñar… Ya estaban soñando.