Cuando era pequeña solía escribir. Mi madre y yo siempre teníamos esa conversación:
-Amelia, ¿sobre qué escribes?
-Sobre cualquier cosa.
-¿Y a quién le escribes?
-Al que en un futuro tenga mi corazón, por si quiere saber que le estaba esperando incluso antes de que él llegara.
A veces no soporto ni los rayos del Sol, es cierto. Sin embargo son esas veces en la que estoy en la cama, hundida, y tú llegas, me abrazas y das vueltas con tus dedos alrededor de mi ombligo. Entonces parece que con esa caricia el tiempo se para y todo me da igual, mientras sienta ese cosquilleo nada puede dañarme.
Es por esos instantes que ahora estoy escribiendo otra vez, porque tú trabajas Luis y yo necesito que tus dedos den vueltas en mi ombligo. Porque a veces necesitas marearte y vomitar para quedarte a gusto y tú siempre has sido la persona que me sujeta el pelo para que no me salpique.