Nos obligamos a coincidir en la calle al menos una vez al
día. Eres como el pan de la comida y yo ya no sé como hacer para despegarme de
esa necesidad que me producen cada uno de tus años.
Daría lo que fuera para que esta misma noche abandonases esa
monotonía y vinieses aquí conmigo, te prometo que podría hacerte feliz. Sin
embargo aquí seguimos y parece casi indecente esto que nos une cada madrugada;
tú a las seis enciendes la luz y yo a menos cinco ya tengo desbocados mis
latidos. Por una vez quiero sentirte cálida y viva, tampoco es mucho pedir.
Tal vez sea tan minúsculo pedido que parece demasiado.
ResponderEliminarSugerente texto.
Saludos
J.