El día anterior preparó la maleta corriendo y lo primero que metió en ella fueron sus tiritas de elefantes. Llevaba queriendo hacer este viaje desde poco después de conocerla pero no pensé que fuese a hacerle tanta ilusión.
En el avión se puso su gorro de safari, quizá creyese que iba a ver elefantes nada más pisar tierra porque, en cuanto lo hizo, puso unos morros enormes. Fuimos al hotel y al cabo de unas horas conseguimos apuntarnos a una de esas excursiones típicas para turistas. Después de unos kilómetros se puso en pie y gritó:
-¡Están allí Edric! ¿Los ves? ¡Allí! ¿No te parecen bonitos?
-Muy bonitos princesa – aunque yo estaba más pendiente de su cara - ¿te gustan?
-Es el mejor regalo que nadie podría haberme hecho. Sólo podías ser tú. Soy tan feliz…
Sonreía con todas sus fuerzas y no paraba de señalar hacia cualquier rincón. Sí, era feliz y se notaba. Se sentó sobre mis rodillas y pasó el resto del viaje abrazándome mientras observaba aquel mágico lugar.
Sensación de plenitud, eso es lo que sentí en aquel instante. Nayla estaba preciosa con toda esa magia dentro; inclinada sobre el borde del vehículo, saltando de un lado para otro, haciendo fotos cada vez que podía… Libre, conmigo.
Me encanta esta fotografía!! Mucho mucho!!! Creo que me gustaría ser Nayla :)
ResponderEliminarPD: te importa que me la lleve al blog, la imagen? es una delicia!!!
Gracias :)
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