Hoy era un buen día, al menos eso se empeñaba en pensar. Su marido se jubilaría dentro de relativamente poco y eso supondría volver a tener tiempo juntos.
Se acordó de cuando se conocieron; él tenía uno de esos bigotes que estaban tan de moda en aquella época – sonrió al pensarlo – y ella, el rosario de su abuela colgado al cuello. Marcelina le había dicho “Antoñita, hija, como nieta mía que eres tienes que encomendarle tu vida a Dios hasta que el hombre correcto pida tu mano a tu padre”. Pobre abuela, que cuando llegó José con esos ojitos y la subió al pajar quedó grabado el rosario en sus carnes de rodar entre la paja, sin pedirle la mano a su padre ni nada. Si su abuela supiera…
Ojalá la jubilación de José les traiga otra vez tiempos como aquellos, aunque sin bigotes.
Me encanta el olor de la paja! huele genial! a campo :)
ResponderEliminarLos que más recuerdo son los de Amelia y Luis, pero mañana releo y voto :) besotessss :) y oye, aunque seamos pocos lectores, valemos muuuucho:)))) jeje :))
ResponderEliminarTú también vales un Potosí!! :)) jeje un besoteeee:)))
ResponderEliminarMuchas veces el impetu juvenil se antecede a los protocolos
ResponderEliminarEl olor de las cosas que se hacían antes...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
tranquila con la chica del flog colorinycolorado hable ayer y me ha dicho que siente mucho haber colgado algunos textos mios sin referencia, dice que en todos los demás procura ponerlo y tal así que con ella ya está arreglado ^^
ResponderEliminar