Visitas

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Y entonces me di cuenta, no podría vivir sin ella.


No sé si fue cuando me recibió corriendo con un montón de fotos de nuestro viaje y una sonrisa de oreja a oreja o cuando la vi durmiendo la siesta abrazada a aquel elefante de peluche que le regalé. Puede que fuera en alguna de todas esas veces que frota su nariz contra mi pecho o, por el contrario, en alguna de las que se comporta como si no le importase para luego mirarme con esos ojitos que me dicen “no existiría sin ti”.
Siempre me lo dice y yo le contesto que sí pero que la vida sería diferente, más triste, más gris, en alguna parte.
Ya me había dado cuenta en un principio de lo agradable que resulta que todo tenga sentido sólo porque ella sonríe. También entendí que los malos días se terminan en cuanto ella me abraza. Sin embargo, faltaba alguna pieza por encajar.
Fuera como fuese, en algún momento me di cuenta y ahora estoy seguro. La vida sería diferente, más triste y más gris… ¡Cómo no iba a serlo!  En realidad soy yo quien no podría vivir sin ella.


martes, 22 de noviembre de 2011

Cálida y viva.


Nos obligamos a coincidir en la calle al menos una vez al día. Eres como el pan de la comida y yo ya no sé como hacer para despegarme de esa necesidad que me producen cada uno de tus años.
Daría lo que fuera para que esta misma noche abandonases esa monotonía y vinieses aquí conmigo, te prometo que podría hacerte feliz. Sin embargo aquí seguimos y parece casi indecente esto que nos une cada madrugada; tú a las seis enciendes la luz y yo a menos cinco ya tengo desbocados mis latidos. Por una vez quiero sentirte cálida y viva, tampoco es mucho pedir.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La magia de esconderse.


Recuerda que si te escondes no podrá llegar a ti ni lo malo ni lo bueno.


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Deseos de cosas imposibles.


Quise mantener en el tiempo esa mirada pero no pude, supongo que las cosas bonitas están hechas para no durar. No voy a marcar tu teléfono ni a oler la poca ropa que dejaste aquí, me niego. Demasiadas veces todo eso no ha servido para nada y esta no va a ser una excepción. ¿Quién sabe? Puede que dentro de un tiempo vuelvas a asomarte por aquí y yo como siempre te reciba con una tostada y dos besos, porque al fin y al cabo todo el mundo sabe que el mejor sitio para la mermelada es tu piel.
Siempre te vas y siempre vuelves, como si supieses que me he quedado aquí esperándote día tras día, como si tuvieras la seguridad de que siempre dejo la puerta entreabierta por si acaso, como si te imaginaras que todas las mañanas preparo desayuno para dos y que tu sitio jamás lo ocupará nadie por mucho tiempo que lo dejes vacío. Pero por una vez me voy a permitir soñar que no, que no vas a volver, y así cuando vuelvas quizá me veas distinta y quieras quedarte.