Visitas

lunes, 26 de septiembre de 2011

I belong to you, you belong to me.


Estamos ahí, punto y final o punto y seguido. Yo la sigo a trompicones escaleras arriba hasta llegar al descansillo, la acorralo en la puerta y la beso mientras hago girar la llave. Se arrodilla en el sofá mientras me clava ese mar que tiene en la mirada, la devoraría en este mismo instante.
Su respiración poniendo a prueba mi oído, sus labios color carmesí, la curva de su espalda… Todo resalta ante su desnudez. Me abalanzo y ella me esquiva. Jugamos en nuestro propio mundo sabiendo que, después de todo este tiempo, seguimos ardiendo con el deseo tanto o más que el primer día. La persigo y nos rozamos, cada vez más despacio, hasta acabar acostados sobre el colchón. La miro, ahora mismo, me deleito y me pierdo por el amor que siento por ella.
Con un dedo sigo la forma de sus labios y voy dibujando una línea que baja por su cuello, por sus costillas, por sus caderas, más allá… La beso como si mañana fuese a acabarse el mundo porque, si llega a suceder, no quiero quedarme con las ganas.
¿Y qué si sus labios han perdido el color de tanto amarnos? Yo la deseo así, ardientemente, desde la piel hasta el alma.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Amor y respeto.

¿Acaso puede pedirse otra cosa en los tiempos que corren? Es demasiado triste ver como esos dos pilares fundamentales se dinamitan cada día sin que a nadie se le encoja el corazón por ello.
Hemos llegado al punto de pasar por alto los pequeños gestos de la vida que nos mantenían cuerdos. ¿Dónde han quedado el “buenos días” y el “gracias”? ¿A dónde se han ido la buena educación y el cariño? ¿Y la sonrisa sincera? Para qué. Ya no perdemos ni un segundo en escuchar al prójimo, en permitir que alguien marque nuestra vida, porque estamos demasiado ocupados como para regalar una parte de nosotros.
Ahora llevamos al extremo aquello de “honor a quien honor merece”, tanto que ya ni siquiera dejamos que nadie se nos acerque. Hemos levantado un muro de tres metros de altura y practicamos lo del ojo por el ojo y el diente por el diente.
Y yo, que lo veo todo desde el objetivo, sé que pocos son los que se paran a pensar en estas cosas, al igual que pocos son los que las demandan. Si me preguntasen como vamos a evolucionar diría que precisamente así, cada día un poquito más tristes, cada día un poquito más solos.

¡Amor y respeto señores, que no cuesta tanto!