Visitas

jueves, 28 de abril de 2011

Marearte y quedarte agusto.

Cuando era pequeña solía escribir. Mi madre y yo siempre teníamos esa conversación:

-Amelia, ¿sobre qué escribes?
-Sobre cualquier cosa.
-¿Y a quién le escribes?
-Al que en un futuro tenga mi corazón, por si quiere saber que le estaba esperando incluso antes de que él llegara.

A veces no soporto ni los rayos del Sol, es cierto. Sin embargo son esas veces en la que estoy en la cama, hundida, y tú llegas, me abrazas y das vueltas con tus dedos alrededor de mi ombligo. Entonces parece que con esa caricia el tiempo se para y todo me da igual, mientras sienta ese cosquilleo nada puede dañarme. 
Es por esos instantes que ahora estoy escribiendo otra vez, porque tú trabajas Luis y yo necesito que tus dedos den vueltas en mi ombligo. Porque a veces necesitas marearte y vomitar para quedarte a gusto y tú siempre has sido la persona que me sujeta el pelo para que no me salpique.

miércoles, 27 de abril de 2011

Hoy casi llueve, o casi no.

Ella está en la cama, ya hace unos días que se siente demasiado flaca como para comer. La verdad es que empiezan a notársele los huesos de la cara, hace un tiempo que no duerme todo lo que debería y cuando me la cruzo me dan ganas de abrazarla aunque sé que es mejor que no lo haga.
El otro día me miró con esos ojillos tristes que tiene y me saludó en el rellano:

-Buenos días.
-Buenos días para ti Marlene.
-Para mí nunca son buenos – dijo con una sonrisa triste – pero quizá llueva.
-Sí, hoy casi llueve – le dije esperando que al menos eso la animase.

Creo que lleva días llorando porque no se despega de sus botas de agua. El otro día salió a la calle y todo el portal olía a mar, a agua salada, a sus lágrimas inocentes. Me dio mucha pena, tanta que le dejé una nota en la puerta que decía “sonríe, por favor.”
Al cabo de unas horas había otra nota en mi puerta que decía: “Hoy tampoco ha llovido”

Es una lástima, el otro día se la oía gimotear y desahogarse, porque así está siempre, ahogada en su pasado. Ojala venga pronto quien la salve de esa tortura.

jueves, 14 de abril de 2011

Desvelarnos juntos.

Le miro en plena noche. A veces siento que soy incapaz de dejar de hacerlo, que si me despisto un segundo quizá haya conocido a alguna otra princesa y se haya ido. No puedo dejar de observarle, su boca, su cadera…
Aquí, dormido, conmigo. Me obligo cada vez que me desvelo a controlar mis impulsos de comérmelo a besos. Sólo con rozar su piel de terciopelo le entra un pequeño escalofrío que le pone la carne de gallina, y lo adoro porque entonces sonríe así, sin darse cuenta.
Ahí siempre es cuando él se despierta, me besa y me atrae, me abraza y me sostiene. Damos vueltas en la cama entre arrumacos y, cuando queremos darnos cuenta, estamos otra vez en ese punto.

- Necesitas dormir Edric – le digo entre risas tímidas.
- Dormir es secundario. Tú te desvelas y yo quiero desvelarme contigo.
 
Y después amarse hasta que arda la piel.

martes, 12 de abril de 2011

Simpatizar con la tristeza.


Una despedida es necesaria para volver a reencontrarse.


A fuerza de retratar momentos he llegado a la conclusión de que hay demasiadas personas marchándose y muy pocas volviendo a un hogar. Debería existir un equilibrio y que todo el mundo al llegar a casa se encontrase la luz encendida y un abrazo caliente y reconfortante.
Sin embargo aquí estamos viéndonos partir, siempre ha sido más fácil simpatizar con la tristeza.

martes, 5 de abril de 2011

Mi cordura eres tú.

Luis estaba rodeado de gente que ni siquiera conocía. Hablaban de esas experiencias que se tienen, de cómo la rutina se cuela en las relaciones y solo el amor a tres bandas hace recuperar algo la ilusión. Todo eso le resultaba horrible.

-Perdonad que me meta pero no creo que tengáis razón. ¿Alguno se ha enamorado de verdad? – Hizo una pausa y, cuando uno se disponía a contestar, prosiguió. – No, no hace falta que contestes, lo dudo mucho. Si alguna vez hubieseis amado podríais escuchar el corazón de cualquier chica. Es horrible salir del trabajo y escuchar cosas así mientras yo me muero de ganas de llegar a casa con mi mujer.

Todo se quedó en silencio durante unos minutos en los que Luis iba recordando cada momento vivido con Amelia.

-Lo bueno de lo nuestro es que hasta ahora nunca hemos perdido las ganas de estar juntos, no necesito ningún estímulo distinto de ella. Podría enseñaros lo bien que huele el amor cuando la acorralas en las escaleras y la haces tuya. Podría contaros cómo se esfuma todo lo malo cuando ella sonríe. Podría incluso describiros cómo me siento cada vez que cruzo la puerta de mi casa. Soy afortunado por tener a mi lado a una mujer que lucha por mí cada día y yo poder luchar por ella. Vosotros, que habéis dejado que se evapore todo lo que da sentido a la vida, no podéis saber lo que es amar y a mí eso me da pena.

Los dejó con la palabra en la boca, con sentimiento de culpa y decepción, y se encaminó a casa. Al llegar Amelia estaba recogiendo el salón, tan bella como siempre. Sin mediar palabra se acercó, la besó y la abrazó.

-¿Qué ocurre Luis? ¿Va todo bien?
-El mundo se ha vuelto loco y mi cordura eres tú.